jueves, septiembre 22, 2005

Las más malas

Dicen que si nos lo proponemos llegaremos a dominar el mundo, supongo que como cualquier buen predador que se precie. Pero ni un león, ni cualquier dinosaurio carnívoro ya extinguido, ha sido capaz de dominar la tierra tal y como lo haría una mujer. No tienen instinto asesino suficiente. Nosotras sí y muy bien repartido ¿por qué? Pues porque odiamos mucho y muy bien.
Existen millones de motivos por los que odiamos con tanta intensidad, si son de peso o no prefiero no juzgarlo. Odiamos por venganza, odiamos para evitar el dolor, por envidia, porque se nos ha dicho que la sociedad nos discrimina, porque nos maltratan, nos utilizan, nos abandonan…
Odiamos para sentirnos más fuertes, odiamos para poder sobrevivir a nuestro género y a nosotras mismas. Odiamos, siempre odiamos. Cierto es que aun no he conocido a una mujer que no odie al menos a una persona, y suele ser de su mismo sexo. Creo que se debe, al menos en principio y sin indagar demasiado, a que sabe que a su vez a ella la odian otras tantas. Se conoce, sabe cómo es y cómo piensa y por lo tanto, sabe lo esencial para seguir odiando.

Se nos dice que no hay rivales, hay hermanas, pero no es verdad. La sociedad se agrupa inicialmente por sexos y en el caso femenino no es por proximidad, es por obligación. Tu sexo te obliga a comprometerte con las demás, te fuerza a entrar en el trapo. Ya desde el colegio te fuerzan a tener amigas, por lo que acabas sabiendo tanto de tu desdichado destino, que necesitas odiar para sobrevivir. Ellas se subirán a tu espalda si pueden, es mejor que la primera en cabalgar seas tú.

Así es como vivimos las de mi género y yo. Es evidente que no es algo de lo que estar orgullosa, ni siquiera sé si hoy en día es lícito decir este tipo de cosas. Parece que aquellas que no hace muchos años nacían para servir, ahora se han convertido en una especie protegida e intocable. Y esto pasa hoy, ahora, en los tiempos de la igualdad, cuando se supone que ya hemos crecido y somos fuertes. Es algo contradictorio y no lo entiendo.
El ser humano tiende a proteger a aquellas especies en vías de extinción, ya sean animales, vegetales o, en este caso concreto, seres de vida inteligente. Lo que pasa es que la mujer no se extingue. El hombre se extingue, al menos en lo que a la perpetuación de la raza humana se refiere; la mujer no y aun así la protegen.
¿Por qué es el género femenino el protegido y no el masculino? ¿No es el hombre el que desaparece o muta y la mujer la que asegura su supervivencia?
La mujer de hoy se rodea de un ambiente que en teoría no le corresponde. La comunidad gay, el barrio gay, la discoteca gay, la tienda de ropa gay, el bar de gays… Todo está pensado para los gays, a pesar de la aceptación generalizada con la que hoy son recibidos. Se cierran para apoyarse mutuamente. Pero la mujer necesita apoyar también ese principio de contra-inserción, por lo tanto ese barrio y esa comunidad sufren un superávit de mujeres, desde mi punto de vista, innecesario para la causa.
Las féminas no solo necesitan rodearse de homosexuales, sino que también pretenden que estos estén rodeados por ellas. Ahora es cuando penetramos en el epicentro de la cuestión que tanto me marea. Hablemos de dominio.
La mujer dominante piensa:
Ni contigo ni sin ti. Contigo siendo heterosexual, he de mantener una lucha continua por igualarte hasta superarte. Por tanto prefiero estar si ti, ya tengo bastante con pelear con mis congéneres femeninas. Pero contigo siendo homosexual no tengo que pelear, ya que ninguna base que yo contemple como negativa requiere nuestra enemistad. Estamos en el mismo campo, pero son parcelas distintas. Cada uno lucha por lo suyo y yo sigo dominando, aunque de un modo más indirecto. Por lo tanto, ni sin ti.
¿Por qué dominan? Esto ya es muy fácil y me sale de carrerilla. Dominan para sentirse aduladas y envidiadas sin recibir ningún daño posterior; dominan para ejercer un papel de madre y esposa sin demasiada responsabilidad y volviendo a lo de antes, para no recibir perjuicios por parte del hombre; finalmente y resumiendo, dominan para poder ser lo que toda la vida han soñado prescindiendo de infieles que las entretengan en el camino.
De modo que, esa sociedad limitada a la que adulan y adoran, no es más que un recurso para rellenar huecos y recordarse a si mismas todo lo que valen y lo que la gente las quiere.

Ya está dicho ¡Qué desahogo! Me voy a Corporación a ver si me cambian el sexo… Y si no pueden, que me pongan tetas, que así, después de todo, se me sube el busto a falta de autoestima.